ruedasypiquetas

The Rockies

Una vez en Meziadin después de haber capturado a mi grizzly, pasé la noche en el camping y a la mañana siguiente volví a tomar rumbo al sur de nuevo a través de la Cassiar. Dos días después estaba llegando a Kitwanga, lo que significaba dos cosas: por un lado, daba por finalizada la Cassiar o carretera 37, y tocaba empezar a tomar rumbo este, y  por otro lado, en Kitwanga había quedado con Sara y Julio, dos amigos de Madrid los cuáles, casualmente estaban viajando en estas fechas por la Columbia Británica, porque la hermana de Julio vive aquí desde hace muchos años. La vida a veces es muy caprichosa. Pararon en el recreation site donde yo había acampado e iba a pasar la noche, y después de compartir un rato, antes de que ellos siguieran camino, Silvia, la hermana de Julio, sin conocerme de nada, me ofreció su casa que estaba en un pueblo llamado Telkwa mientras ellos estaban fuera de camping. Estaba a tan solo 120 kilómetros en mi dirección. Me insistió en que me quedara todo el tiempo que quisiera y que me sintiera como en mi casa. Después de veinticinco días seguidos acampando, iba a tocar colchón e iba a tener un techo. No supe como agradecérselo y ella insistió en que, de nuevo, me tomara el tiempo que necesitara para descansar en su casa.

Despedí a mis amigos y sellamos con un abrazo la siguiente quedada en Madrid o en el continente americano. Íbamos a encontrarnos mucho más pronto de lo que esperábamos.

 

Mientras estaba preparando la tienda de campaña, apareció en el recreation site un hombre de avanzada edad con una gran mochila a la espalda. Me saludó y se puso a montar su tienda en la parcela de al lado. Estaba lloviendo bastante y me ofrecí a echarle una mano. Juntos tardaríamos menos. Accedió, y mientras me contaba que se llamaba David y que era originario de British Columbia pero que había vivido casi toda su vida en Escocia, en un momento determinado me caló el acento y adivinó que era español. Gracias a que había vivido muchos años en Chile y había recorrido toda América Latina de joven, hablaba perfecto castellano. Me contó que estaba de vuelta en Canadá porque, después de tantos años fuera de aquí, quería volver a vivir una aventura como en los viejos tiempos, y quería ir desde Vancouver hasta Tuktoyaktuk, el punto más al norte de Canadá en el Ártico, haciendo autoestop. David tenía setentaycinco años. Me pareció admirable su empresa, y cociné algo para los dos mientras compartimos una prolongada charla hasta casi las once de la noche.

 

A la mañana siguiente, con una fuerte lluvia me puse rumbo a Telkwa, donde un techo me esperaba para unos cuántos días.

Llegué a los dos días a casa de Silvia, habiendo pasado antes por Smithers, un pueblo mediano que se encontraba a diez kilómetros de Telkwa, y dónde compré provisiones para mi jornada de descanso: cerveza para tres días, masa para hacer tortitas (llevaba semanas soñando con unas buenas tortitas con chocolate), pescado y bastante verdura y fruta. Cuando llegué a la casa, solamente pude hacer que agradecer a Silvia y al universo tener la posibilidad de pasar unos días allí. Tenía a mi entera disposición una casa enorme de dos plantas, con unos sofás comodísimos y hasta un proyector. Después de casi un mes acampando, creo que cualquiera puede imaginarse cómo se siente el cuerpo al entrar en contacto con la civilización a este nivel. La ducha con agua caliente fue toda una experiencia, y caminar descalzo sobre la moqueta, ni os cuento.

Los siguiente cuatro días se sucedieron entre maratones de pelis ochenteras, helado, comida elaborada, paseos por el río y malabares en el jardín. Me faltaban horas en el día para no hacer nada. Y que bien se siente eso después de unas duras jornadas. Entendedme, la parte del camping, pasar frío, el reto físico y la autosuficiencia, no es que me guste, ¡me encanta! pero de vez en cuando, estar bajo las comodidades de un hogar, es delicioso. Sin haber experimentado lo primero, no le daría valor a lo segundo, eso creo que es importante destacarlo. Siempre digo que viajo en bici porque es barato, pero no me cabe duda de que, aunque tuviera más solvencia económica, seguiría pasando “penurias” en mi bici y mi tienda de campaña. Hay que vivirlo para entenderlo.

Tenía pensado retomar camino el sábado por la mañana, pero Silvia, Sara y Julio me dijeron que volvían a casa el sábado al mediodía para estar unos días antes de volver a salir de ruta. Me apetecía compartir más tiempo con ellos, así que decidí quedarme un día más. Cuando llegaron, nos fuimos a un lago de cerca de Telkwa a disfrutar de una jornada de paddle surf y agua. Y por la noche barbacoa. Ahora sí, había retomado fuerzas para seguir camino.

 

A la mañana siguiente antes de despedirnos, me contaron cuáles eran sus planes en su última semana: dentro de tres días, saldrían de Telkwa en dirección a Mount Robson, en las montañas rocosas, donde harían un trekking y dormirían en el camping antes de volver a Madrid al día siguiente desde Prince George. Me ofrecieron recogerme dentro de tres días en Burns Lake con el coche, y llevarme hasta Mount Robson para echar el último rato con ellos. Mount Robson estaba en la misma dirección que yo iba, y ahorrarme unos cuántos kilómetros de carretera interestatal (no había alternativa de camino secundario, y varios cicloturistas me habían advertido que ese tramo hasta Prince George tenía mucho tráfico de camiones) no me venía mal. Además de que me apetecía echar el último rato con ellos. Quedamos en encontrarnos tres días más tarde en Burns Lake. Yo estaría sin cobertura porque para llegar a Burns Lake tomaría pistas forestales y caminos de montaña. Ya estaba bien de asfalto.

Una de las tantas maravillas que tiene Canadá y en concreto la Columbia Británica, es la cantidad de recreation sites que encuentras. Algunos están en medio del bosque, otros en enormes largos, o cerca de algún río. A pesar de ir por caminos forestales poco transitados, las dos noches que pasé antes de llegar a Burns Lake, encontré recreation sites los cuáles tuve para mí solo. En el segundo conté hasta con un porche para que la tienda no se me mojara, todo un lujo.

El día tres a la una de la tarde (tal como había estimado), me encontré con Julio, Silvia y Sara en Burns Lake. Montamos la bici en un acople que iba en el maletero, y nos pusimos rumbo a las rocosas. Después de tantos días pedaleando por estas carreteras, montarte en un coche y observar la diferencia de velocidad a la que te desplazas, da bastante vértigo. Tardamos cuatro horas en hacer cuatrocientos kilómetros. En bici hubieran sido casi seis días.

Al día siguiente hicimos un trekking hasta llegar a Kinney Lake. A la vuelta, compartimos una gran velada en el camping donde no faltaron los hot dog y los marhsmallows en la hoguera, las risas y las conversaciones largas. A las ocho y media era noche profunda. Hace tan solo dos meses cuando empezaba a pedalear en Alaska, me quejaba de no tener noche, y ahora debo empezar a vigilar las horas a la que acampo. Me encanta poder apreciar de esta manera el ciclo de las estaciones.

A la orilla de Kinney Lake

A las faldas de Mount Robson, la montaña más alta de la Columbia Británica

Desde Mount Robson debía decidir si llegar hasta Calgary a través del sur, o arriesgarme e intentar ir hacia Jasper a tomar la clásica Icefield Parkway, una carretera que conecta el parque nacional de Jasper con el
de Banff y transcurre entre glaciares. Digo arriesgarme, porque durante estos meses de verano han tenido lugar incendios muy intensos en toda la zona de Jasper, uno de ellos incluso quemó una tercera parte de las viviendas y edificios del pueblo. Debido a esto, suspendieron el tráfico en la Icefield Parkway durante un tiempo. Ahora lo han vuelto a abrir, pero únicamente a coches y motos, no a ciclistas. Los campings que pertenecen a Jasper siguen sin poder usarse, y únicamente pueden usarse los de la parte de Banff. Esto quiere decir, que necesitaba a alguien que me llevara haciendo autoestop la primera parte de la carretera (85 kilómetros aproximadamente), para luego poder seguir yo en bici. Por supuesto, tomé la decisión de ir por este camino. El día seis madrugué para hacer los primeros 40 kilómetros antes del mediodía y llegar a Jasper con tiempo suficiente. No caí en que, al cambiar de provincia de Columbia Británica a Alberta, el horario también cambiaba, y de repente se sumó una hora más a mi reloj. A eso de la una de la tarde estaba en el cruce de Jasper con la carretera 93 (Icefields Parkway). Mientras esperaba a que alguien me cogiera, pude observar el destrozo que había generado el fuego en el pueblo y alrededores. Era desolador. Hablando con gente del pueblo, me dijeron que se estimaba que les llevaría unos cuatro años recuperar las pérdidas y volver a su actividad normal. Jasper, siendo la puerta a las montañas rocosas, es un pueblo que vive esencialmente del turismo, y una catástrofe así supone grandes pérdidas.

Cuando llevaba una hora y  media tratando de parar algún coche, pasó una pickup granate que según me vio, paró de golpe. De ella se bajaron Lamark y Sarah, una encantadora pareja, naturales de Jasper, que no dudaron en preguntarme qué necesitaba. Les respondí que avanzar por la carretera durante unos 80 kilómetros para poder seguir luego en bici. No iban en esa dirección pero estaban en su día libre y no tenían problema en llevarme. Compartimos un agradable viaje de una hora mientras comentábamos la situación actual del parque.

A eso de las tres de la tarde, me estaban dejando en el glaciar Columbia, dónde comenzaba el parque nacional de Banff, y desde donde podría seguir en bicicleta. Al ser un parque nacional, estaba lleno de turistas.  Hordas de autobuses que van parando únicamente en puntos estratégicos, comprando lo que les ofrecen en esos «puntos de interés», y cuya experiencia cuando vuelvan a sus países de origen se habrá reducido en parar donde les dijeron que pararan, y pasar por los sitios por donde les dijeron que pasaran. Entiendo que no todo el mundo tiene las ganas, ni la necesidad de coger una bicicleta con alforjas y lanzarse a lo desconocido, pero creo que existen puntos intermedios. Siempre me ha llamado la atención ese tipo de turismo. Al fin y al cabo, yo también soy un turista y al igual que esta gente estoy aquí, la diferencia es que lo que ellos van a recorrer en un tour de un día, yo lo voy a hacer en cuatro. Además de eso, trato de conocer los lugares a través de sus gentes y acudir a sitios que me recomienda la gente local, no únicamente los que veo en instagram o en páginas de viajes. Desde que salí de Alaska, el itinerario que he seguido ha sido improvisado y se ha ido dibujando jornada a jornada, conversación a conversación. Probablemente me haya perdido algunos glaciares que visitar y lagos preciosos, pero he llegado a otros que probablemente no aparecen en las guías. Además, que como siempre digo, la experiencia cicloturista se basa en el durante, no en el destino final.

 Hace tres años, cuando Lali y yo hicimos nuestro viaje por los Balcanes en bicicleta, al volver, casi nadie de nuestro alrededor sabía ubicar Albania en el mapa. Este año, conozco cinco personas de mi entorno que han estado allí. ¿Casualidad? En absoluto. Se llama tendencia aplicada al turismo. Algo se pone de moda en las redes sociales y corre como la pólvora. De repente sentimos la necesidad de ir a ese sitio de vacaciones, o comer en ese restaurante que está de moda. No puedo evitar huir de todo ese tipo de tendencias y movimientos, al igual que cuando entro a un centro comercial, me hacen sentirme como un conejillo de indias. Lo mismo me pasa cuando estoy en algún sitio de éstos pensado para turistas con todo tipo de comodidades y lujos. 

Más allá de esto, verdaderamente las rocosas merecen el título de parque nacional. Está siendo un espectáculo pelear sus subidas, gozar sus infinitas bajadas, y disfrutar sus llanuras acampando.

Acampando en las Rockies

1 comentario en “The Rockies”

  1. Hola hermano, I love your writing and I am glad you got to spent time with some of your compatriots. I am also glad you got to rest and I understand how bicycle touring for as long as you have, makes things like taking a hot shower, walking bare foot and deciding what to watch , sleep without regard for what or who is outside your tent very liberating which is ironical because bicycle touring should represent the very freedom you had while spending time resting in a dwelling …I am also glad you got to have time with your language and culture. This becomes so important the longer you go on this exploration.

    As you keep going further and into Meso-America, the conversations will change in regards to what is important in those regions in comparison to the ones you are currently experiencing. I am excited to read about your progress and for me watching you forge ahead in your journey is dear to me because my most meaningful bicycle touring experiences are the ones I am alone. Sometimes they have been scary , like when I was in Ankara , Turkey and decide it to take some pictures of the mountains and about three Kangol dogs chased me up a tree. I was terrified and waited about two hours until the Shepards showed up and took the dogs away. In Sundance , Wyoming, I was camping if what I taught was BLM ( Bureau of Land Management ) land and it was actually private property and I heard a couple of cowboys looking for me about 3 a.m. saying how they were going to kick my ass, I immediately collapsed the tent and they did not find me, next morning I rode into town and as I was getting some breakfast at this dinner, these two fellows came in and stared talking about someone camping in their land, I got the waitress who had taking their order and I paid for their meal, I waited with another cup of coffee and when they went to pay, the waitress informed them I had paid for their meal, they said thankyou and I apologized if I cause any trouble the night before as I was the one who had accidentally camped in their land. When they saw that I was riding my bicycle across the country, they felt extremely silly and were apologetic . I thank them and I left, about an hour later, they show up with this really nice hat that had a bison in it, even today I hold that hat dear to my heart. So my point is that you are right about those who follow a tourist brochure telling them where to go and they buy things that have no meaning and bring very little memory into not only where they were but more important how they felt , what they smelled, what the light and colors were, the sounds and more important the people they met….this is the hardest thing to convey to others who have never decide it to leave it all behind and pursue the adventure that will yield memories that will never leave the collective subconscious.

    Glad you are out and glad you are meeting all those who embrace your kindness, your wonder lust and endless desire to see, feel, smell and absorb all the things that only you and very few can understand what is like to live the life you are living….the frustration you may experience later on in life when you try to explain to others this epic endeavor well be trumped by the vivid memories you are bronzing with every pedal stroke. Cuidate mucho caballo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio