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ESCOCIA

Capítulo Viii- Los hombres rana

«Habíamos decidido pasar ese día de tormenta en el refugio en el que nos encontrabamos. Esto de los refugios la gente suele usarlo para eso, para refugiarse una noche y marchar. A mi lo de estar en una cabaña de 12 metros en lugares prácticamente inaccesibles me despierta sentimientos que no se explicar, y son lugares que me cuesta abandonar una vez dentro.

[…]Un día entero en una cabaña sin cobertura puede dar para mucho. Ese día pusimos al dia la libreta de viaje, leímos ( en mi caso a John Steinbeck) y nos dedicamos a admirar el pasaje marítimo que teníamos enfrente como si fuera un cuadro de Georgia O’keeffe. Y también a sentir el frío en el cuerpo como algo que te conecta a la vida y te hace sentir.

Cuando uno está en una cabaña remota también se vuelve más profundo.
Allí estábamos, gastando el tiempo haciendo nada. Nada productivo. Escuchando la tormenta que había fuera de la cabaña.
Cuando de repente, llamaron a la puerta.

También uno se extraña cuando está en una cabaña remota en un acantilado y llaman a la puerta a la hora que está anocheciendo.

Lali y yo nos miramos con cara de asombro y susto.

Me levanto a abrir.
Al otro lado de la puerta aparecen 5 hombres ( franceses) Vestidos con ropa de neopreno.
Mi cara de asombro me delató.

-Bonsoir! Hello! -Me dijo Garson, el más joven del grupo. -¿Hay hueco para 5 personas?
De repente me surgieron al menos tres o cuatro preguntas.

-Claro! Respondí, podemos apretarnos.

Por supuesto no lo había. Era un refugio para dos, quizá tres. Como muchísimo cuatro.

Siete Personas, cinco de ellas gabachos enormes, iba a ser demasiado. Pero en una situación así no puedes responder otra cosa, obviamente.

-¿Cómo habéis venido hasta aquí?- me preguntó Pilipphe, otro de ellos.

-En bicicleta- Contesté yo.

-Wow! Asombroso -me dijo

-¿Y vosotros? ¿ qué es ese neopreno?

-Nosotros acabamos de llegar nadando. Venimos del otro lado de la península. 7 km seguidos.

Mi cara de asombro había evolucionado a desconcierto. Y ahora en lugar de tres o cuatro preguntas tenía al menos siete u ocho.

Fue entonces cuando me fijé: cada uno de ellos, además del neopreno, traía puesta una mochila impermeable estanca, de al menos un metro y medio de alto que les ocupaba toda la espalda y sobresalía por arriba. Junto a cada mochila, traían unas aletas de natación larguísimas, una máscara de buceo y un tubo.

Creo que Garson, adivinó por mi cara que necesitaba respuestas.

-Practicamos un deporte muy poco conocido, se llama Sea-Trekking. En estas mochilas enormes cargamos todo lo necesario para ser autosuficiente, como vosotros en la bici. Llevamos tienda de campaña, saco de dormir, ropa seca, hornillo, comida… hasta baraja de cartas! Cuando nos apetece recorrer distancias a pie, podemos hacerlo. Y cuando nos apetece nadar, nadamos. Es una manera de llegar a lugares tan remotos que ni los coches, ni las personas andando ni los barcos pueden acceder muchas veces.

Mi cara reflejaba entre admiración y preocupación. Las aguas en Escocia, al igual que los caminos de montaña que recorrimos con la bici, no son agresivos( como en el pirineo) pero si muy salvajes y remotos.

Podría extenderme muchísimo porque compartimos toda una velada llena de bromas, admiración mutua por las maneras de viajar de cada uno, y hospitalidad recíproca. Pero no lo haré porque ocuparía muchas hojas. Prefiero que mi mala memoria y mi imaginación completen el recuerdo cuando lea esto dentro de 10 años.

Fue ese día cuando conocí a los hombres rana. Y cuando en mi cabeza se abrió la idea de una nueva manera de viajar.

Pero para eso tendría primero que perderle el miedo a nadar en agudas abiertas. Como he dicho, es otra historia…»

Este es uno de los capítulos que empaparon mi cuadernos de bitácora, durante los 28 días que recorrimos las tierras altas de Escocia en Septiembre de 2023. Fue la última gran prueba antes de lanzarme a América. La poca población en esta zona, las duras condiciones meteorológicas y sus maravillosos paisajes, fueron una mezcla increíble para crear un gran aventura.

Mientras recorría la Isla, en mi cabeza, mantenía monólogos terminando de convencerme, de que cuando volviera, comenzaría a preparar el gran viaje. Y así fue.

A veces, para empezar a trabajar en un sueño, solo hay que poner fecha de inicio.

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