El otro día mientras pedaleaba iba escuchando un podcast sobre viajes. Tenían un invitado que había estado recorriéndose el mundo en moto, y una de las preguntas que le hicieron fue: ¿Con qué te sueles quedar más de los sitios a los que viajas: el lugar en sí o las personas de ese lugar? No recuerdo exactamente qué respondió el tipo. Sí sé que respondería yo. Sin duda, a lo que le doy más valor cuando viajo, es a las personas que conozco por el camino que habitan en esos lugares. Adentrarme en sus rutinas, sus manías, sus gestos. Atravesar lo que para ellos es cotidiano y vivir por un instante, unos días o unas semanas como si yo también perteneciera a esa realidad.
Me encontraba en la parte exterior del albergue de Tok, en el que había parado a descansar unos días, cuando acercándose a paso ligero vi llegar a una mujer mayor directa hacia mí.
-Llevas ya unos cuántos días aquí, ¿no?
-Así es, aunque es mi último día. Necesitaba descansar después de tantos días pedaleando.
-Ah! ¿Estás viajando en bici? ¿Hacia dónde vas?
-Sí! Estoy viajando hacia Sudamérica.
-Wow! ¡No creo que llegues mañana!
Me despierta una sonrisa, e intercambiamos un poco más de conversación ligera.
-Me presento: Soy Janice, la mujer que tiene la joyería aquí al lado. Soy muy amiga de Chris, el dueño del albergue.
-Oh! Maravilloso. Me fijé ayer en la joyería el otro día. Chris es muy buena gente.
Después de hablar durante unos minutos, le pregunto si tiene la joyería desde hace mucho. A partir de aquí, lo que iba a ser una tranquila tarde con siesta incluida, se transforma en un viaje al pasado de lo más interesante.
Janice me cuenta que con sus 80 años (de los cuáles, gracias a su jovialidad, ligereza y sentido del humor, no aparenta ni la mitad) fue una de las primeras mujeres buscadoras de oro en Alaska.
Me invita a visitar su tienda y continua la conversación
La tienda de Janice.
Me cuenta que, en los años 70, era profesora de microbiología en la universidad de su Memphis natal, en el estado de Tennessee. Llevaba una vida cómoda y tranquila, cuando al final del verano del año 78, un buen amigo suyo le propuso ir a buscar oro al fortymile river, uno de los paraísos de los gold diggers (buscadores de oro) en Alaska, tanto en aquel momento como ahora.
Hasta ese momento, Janice solo conocía la cultura del oro por haber leído novelas sobre la fiebre del oro cuando era pequeña y haber oído alguna que otra historia. En un primer momento le pareció una auténtica locura. Cruzar el país entero hacia el norte para buscar oro se traducía en convivir y enfrentar demasiados peligros juntos: ríos enormes, parajes totalmente aislados de la civilización, el duro clima e invadir a diario el territorio de animales salvajes como osos y lobos. Pero algo dentro de ella le decía que podía ser la aventura de su vida.
Dejó su trabajo, hizo las maletas y se fue.
-Cuando llegue aquí, la gente se echaba las manos a la cabeza de tan solo pensar que una mujer pudiera buscar oro y dirigir un equipo. Fue difícil hacerme hueco en un mundo de hombres. Pero lo hice.
Escucho fascinado mientras bebo el café al que me ha invitado. Estamos sentados en el interior de la tienda con la puerta abierta. Es horario comercial.
-Entiendo que venías a probar suerte, pero… ¿Qué te hizo quedarte?
-Ay, Hugo… Cada día se traducía en una aventura. Vivíamos durante meses en tiendas de campaña en el bosque. En invierno incluso. Cada día existían nuevos retos a superar… Como te pasará a ti con la bici, imagino. Era estimulante y una vez que empecé, para mi fue imposible alejarme del oro. No lo hacía únicamente por dinero. En muchos momentos, era lo de menos. Me sentía como una aventurera, una cazatesoros, y en gran medida lo era. El oro ha inundado la cabeza de los hombres desde hace miles y miles de años. Se han declarado guerras en su nombre. Vosotros los españoles llegasteis aquí con la obsesión de extraerlo. Tiene algo mágico. Puede ser el poder de poseerlo, o la expectativa de encontrarlo…
No puedo dejar de admirar su agilidad, el brillo de sus ojos y la vida que emana esta mujer. Cada palabra es magia.
-El oro se puede encontrar en diferentes formas. En los ríos sobre todo se suele encontrar en forma de pepitas (Nuggets). Al principio lo hacíamos con maquinaria muy mecánica y rudimentaria, y al final acabamos utilizando máquinas más modernas. También yo me ocupada de sondear con mi traje de buzo la parte más profunda de los ríos. Aquello era apasionante. ¡Mira, acabo de escribir un libro, voy a enseñártelo!
Se va a la trastienda, y al rato aparece, efectivamente, con una edición de prueba de su libro.
-Dentro de poco estará en Amazon, ¡Espero que lo compres! Son historias y anécdotas que viví durante todos mis años de buscadora de oro.
Janice posando orgullosa con su nueva publicación.
– ¿Actualmente sigues buscando oro?
-No, ahora solo estoy en la tienda durante el verano, y el invierno lo paso en Anchorage. Es demasiado duro para mi ahora. En la tienda recibo a buscadores de oro y si me gusta lo que traen, se lo compro. Luego lo convierto en joya y lo vendo.
Mientras seguimos hablando, por la puerta aparece una pareja de buscadores que acaban de terminar la jornada y vienen a venderle a Janice. Presenciar esto me parece apasionante.
El botín encontrado por la pareja en la jornada de hoy.
Ver a Janice en acción es todo un espectáculo. Vaya desparpajo y derroche de humor para comprar oro tiene esta mujer.
Mientras analiza y pesa las piedras, la pareja me pregunta que de donde soy. Les cuento que de España, que estoy viajando en bici, y charlamos durante un rato.
Analizando y tasando el valor de las pepitas, en base a su peso, forma y tamaño.
Después de acordar un precio y pesar las pepitas, Janice estrecha la mano al hombre y la mujer, y salimos a despedirles.
Cuando salimos a la calle, no me puedo creer lo que presenciamos: un enorme arcoíris enfrente de la tienda que parece terminar en ésta.
– ¡Mira Hugo! Parece una señal. Hoy sería un buen día para buscar oro- Me dice mientras me sonríe y me guiña un ojo.
-Has tenido y tienes una vida apasionante Janice- Le respondo mientras admiramos el arcoíris.
Se gira para mirarme y sentencia:
-Lo sé, la volvería a vivir entera de nuevo.
No aspiro a más, pienso para mis adentros.
Le cojo de la mano mientras la miro a los ojos y le agradezco la tarde que me ha regalado y haberme permitido asomarme a su vida. Nos abrazamos y nos despedimos con mi promesa de enviarle una postal desde Colombia.
Para transformar un acontecimiento cotidiano en una aventura, solamente hay que darle el valor necesario y saber apreciarlo. Igual que con el oro. Total, tan solo es un trozo de roca.
Leer este maravilloso relato con la voz de Neil Young de fondo ha sido mágico, como ese arcoiris que aparece de repente…Por un momento has conseguido que me transporte allí. ¡Qué importante vivir la vida que uno quieren vivir de verdad, no la que te imponen!
Espero ansiosa la próxima entrada😜
Te quiero ❤️
Esta historia me parece un buen comienzo para el libro que se que terminarás escribiendo.
Ay por favor, qué bonito me parece. Comparto la opinión del libro y que en un futuro vas a ser tú el que le cuente sus aventuras a alguien que se quedará igualmente admirado.
«El oro ha inundado la cabeza de los hombres desde hace miles y miles de años. Se han declarado guerras en su nombre. Vosotros los españoles llegasteis aquí con la obsesión de extraerlo. Tiene algo mágico. Puede ser el poder de poseerlo, o la expectativa de encontrarlo…».
Simplemente increíble. Tengo los pelos como escarpias.
Esto es viajar, compartir así las vidas de aquellos con los que te vas encontrando. Y qué bien lo cuentas! ♥️
Con la facilidad que tienes para plasmar conversaciones y pensdamientos en frases, estoy convencida que al finalizar tu aventura, escribirás un libro que todos los que te admiramos, querremos.