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Meriendo algunas tardes

 

 

28-29-30-31

Meriendo algunas tardes:

no todas tienen pulpa comestible.

Si estoy junto a la mar

muerdo primero los acantilados.

Luego las nubes cárdenas y el cielo

-escupo las gaviotas-,

y para postre dejo las bañistas

jugando a la pelota y despeinadas.

Si estoy en la ciudad

meriendo tarde a secas:

mastico lentamente los minutos

-tras haberles quitado las espinas-,

y cuando se me acaban

me voy rumiando sombras,

rememorando el tiempo devorado

con un acre sabor a nada en la garganta.

Ángel González- Meriendo algunas tardes

 

Pasé tres días en el albergue de Haines Junction. El económico precio y la diversidad de gente que pasaba por allí me invitaron a alargar la estancia un día más de lo previsto. Estaba agusto. Conocí a una pareja de Bilbao, Mireia y Jon, con los que pude volver a hablar en castellano, y compartí varias cervezas y vivencias. También conocí a  Axel y Arturo, de Nantes, dos trotamundos que hablaban castellano también, con acento argentino, ya que «ashá» fue donde lo aprendieron. 

El día 28 me puse de nuevo en marcha en dirección a Whitehorse. Tenía 140 kilómetros por delante, pero decidí repartirlos en 3 jornadas, para disfrutar el camino, y bajarme del carro de la prisa. Aunque sea de manera inconsciente, y mira que no le hago caso, de vez en cuando acecha por detrás la presión de tener que hacer tantos kilómetros, o tener que ir a tales sitios. Ya la sufrimos de por sí cuando estamos inmersos en nuestras rutinas capitalistas, como para encima sufrirlas cundo viajamos. He conocido gente que necesita vacaciones después de sus vacaciones de lo cansados que acaban de visitar tal sitio, tal museo, o tener que hacer check a una lista autoimpuesta. Debe ser agotador. Este mismo día, después de reflexionar acerca de la productividad y el «perder el tiempo», algo nuevo sucedió en el camino.

Encontré una pista forestal y decidí desviarme  un poco de la carretera. Cuando llevaba un par de kilómetros, encontré una esplanada que sería la elegida para pasar la noche. Una vez había montado la tienda, me alejé los pertinentes metros para cocinar. Mientras disfrutaba de mi arroz con cherrys, pepino y atún, vi llegar a lo lejos de la esplanada a una mujer montada en una bicicleta. ¡Parece que hoy tengo compañía! Estará bien compartir un poco de conversación. 

-Hi!- Le digo antes de poder siquiera intuir su figura.

-Hello! Whats going on? Making some food for the bears? hahaha- Me contestó cuando ya estaba al lado.

Así fue como conocí a Robin, una mujer de 72 años procedente del estado de Maine que viaja en bici ( de manera intermitente) desde hace 52 . De ascendencia rusa y estadounidense, me contó que había pasado parte de su infancia viviendo en Serbia (cuando era la antigua Yugoslavia) y Rumanía. Cuando era adolescente, se vino a vivir con su padre a Estados Unidos, donde creció, estudió y trabajó durante muchos años.  A día de hoy, sigue viajando en bici, porque, según me confiesa, es lo que le hace sentir viva.

Busca un espacio cerca de mi tienda mientras yo termino de comer, y se pone manos a la obra. Es admirable y placentero observar todo lo que tarda en hacer cada una de las cosas que requiere la rutina cicloturista: montar la tienda, inflar la colchoneta, quitar las alforjas de la bici… Por un momento pensé que principalmente se debía a su edad, pero me quitó esa idea de la cabeza, cuando mientras la observaba se giro para decirme con tono burlesco:

-(traducido) ¿Sabes lo que más me gusta de viajar en bici? Que no tengo prisa ni siquiera para montar la tienda o cocinar, total lo llevo todo encima, ¡no me van a cerrar el restaurante!

-Qué razón tienes Robin- Le contesté mientras pensaba para mis adentros en la conversación que había tenido la noche anterior con una mujer que se alojaba en el albergue de Haines Junction. Era de origen británico y estaba en el Yukón viajando con un coche de alquiler. Me preguntó cuáles eran los sitios que solemos visitar la gente que viajamos en bici. Qué tipo de turismo hacemos. Mientras me preguntaba, me recomendó mil sitios que visitar en los alrededores del Yukón. Cuándo le dije lo que tardaría en llegar a cada uno de esos sitios, se llevó las manos a la cabeza. Ella iba en coche. Y en ese momento, reforcé el concepto de mi manera de viajar en bici. Le expliqué que en un día, ella se planteaba ir del Punto A, donde por ejemplo había un Glaciar, al Punto B, donde está el museo de historia del Yukón, y entre estos dos sitios, hay una distancia de 200 kilómetros. En coche tardaría un par de horas, quizá dos horas y media. Le sobraría tiempo para ir a Punto C inclsuo, donde supongamos, está la reserva natural de Whitehorse que se encuentra a otros 100 kilómetros, es decir, otra hora en coche. Bien, pues para mi simplemente ir del punto A al punto B, me toma tres días. Es decir, 72 horas frente a sus dos horas y media. 72 horas en las cuales me ha podido llover, he podido pinchar una rueda, o haber conocido a gente increíble que me de agua en la carretera o me invite a comer a su casa.  En esas 72 horas he tenido que parar a comer varias veces, encontrar sitios donde acampar, buscar agua suficiente para cocinar, beber y  lavarme, y muchas gestiones más. Cuando llego al punto B después de 72 horas, puedo visitarlo, pero ha perdido gran parte de mi interés. Porque mi turismo se basa en eso: el proceso de llegar hasta allí. Así le expliqué a la mujer  británica mi concepto de viajar. Al menos durante este viaje. El camino puro y duro. No quiero ni mucho menos decir que ese tipo de turismo sea peor,  pero cuando vas en bici, el foco es otro.

Todo esto pensaba mientras Robin, mi compañera de acampada, ya había montado la tienda y cogía sus trastos para cocinar. Nada más sentarse a mi lado, sacó una botella de vodka para brindar por una jornada más en la carretera. 

-Me recuerda a cuando vivía en Serbia, y ¡además no deja olor en el vaso!- Me soltó mientras brindábamos. Qué chispa de mujer.

Intercambiamos experiencias  durante un rato. Escuchaba fascinada mis viajes en bici por Escocia, Marruecos y los Balcanes, y yo luego los suyos por el caucaso, el Tibet y Asia Central, así como por Australia y la costa este de África.

-Sin embargo, he tenido que jubilarme para conocer Estados Unidos.  Por eso ahora me dedico a hacer viajes de 3 meses. Regreso a casa, paso el invierno, y en primavera o verano vuelvo a salir.

Comparto con ella las reflexiones a las que había llegado unos minutos antes acerca de viajar en bicicleta, el sentido de ir lento y la filosofía ciclista.

-Totalmente de acuerdo Hugo. Por las mañanas, entre desmontar la tienda y ponerme a rodar, ¿sabes cuánto tardo? Casi 4 horas. Puedes pensar que es porque soy un poco vieja, pero no es solamente eso. Me obligo a no tener prisa para hacerlo, excepto cuando llueve claro. Ya nos obligan a manejar el tiempo suficiente cuando somos niños y adultos, ahora que estoy jubilada, me niego a correr contra él.  El tiempo es algo muy relativo, y tú que viajas en bici como yo, sabes que las pretensiones y aspiraciones del cicloturista son muy simples: buscar un sitio seco donde poner la tienda cada noche, y cocinar algo sencillo. Eso es todo. No tenemos presiones por visitar tal sitio turístico o hacernos tal foto, sabemos y aceptamos que lo importante de nuestro viaje reside en mantenernos a salvo, cuidarnos, y disfrutar los pequeños momentos como éste.

-Cierto Robin. En cierta manera es algo no-productivo, ¿verdad? Viajar en bici digo. Rodar, comer, leer, dormir y así otra vez. Creo que por eso me gusta tanto: rompe con esta norma impuesta de tener que aprovechar el tiempo todo el rato haciendo cosas que a veces ni analizamos. Me gusta tanto por eso y porque puedo dejarme crecer mucho la barba.

Se ríe y me invita a un trago más de vodka. Como beba más mañana no me levanto hasta las 10. Nos despedimos y quedamos para compartir el desayuno.

De amor se vive- Silvano Agosti

Desayunando con Robin

Después de despedirnos, cada uno continuamos nuestro camino en direcciones opuestas, con la promesa de visitarnos en algún momento en nuestros respectivos estados/países, si el camino y la vida lo permiten.

El día transcurrió llano y sin demasiada lluvia. Cuando estaba a 15 kilómetros del sitio donde había decidido que iba  a acampar, una mujer que iba por el carril contrario de la carretera, pegó un frenazo al verme:

-There is a bear in 20 metres, in the left side of the road.

La mujer debió adivinar lo que pensaba a través de mi expresión facial, así que se ofreció a escoltarme hasta haber pasado el oso. Era joven, delgado y no demasiado grande. De un color café tostado. Creo que era un oso negro( a pesar del nombre, abarcan una amplia gama de colores). Antes de marcharse , la mujer tocó el claxón durante casi 2 minutos para ahuyentarle, pero ahí seguía, comiendo bayas en el borde del arcén. Me despedí de mi guardaespaldas y cuando desapareció el coche, pude ver el oso a escasos 7-8 metros de mí. Me hubiera encantado sacarle una foto, pero en ese momento solo pensaba en avanzar y alejarme de su vista. Así que ese fue mi primer encuentro con un oso. Ha tenido que pasar casi un mes, parece mentira.

Al día siguiente a eso de las dos de la tarde llegaba a Whitehorse: la capital del Yukón. Una ciudad de unos 30.000 habitantes, la cual me sorprendería gratamente. Llegué relativamente pronto, ya que hasta las cinco no me podían recibir mis anfitriones de Warmshower: Josef y Daniel. Warmshower es una comunidad en internet que lleva funcionando casi 32 años, para apoyar y ofrecer hospitalidad a gente que viaja en bicicleta. Puedes ofrecer una cama, una ducha caliente o apoyo de cualquier tipo. Funciona en todo el mundo, y la gente que ofrece su casa y su hospitalidad, normalmente ha vivido lo mismo en otros países, así que es una manera de devolverlo y que la rueda siga girando. No hay dinero de por medio, y eso hace que sea aún más valioso. Mucha gente alucina cuando le cuento que unos completos desconocidos me dejan su casa (incluso cuando ellos están trabajando, o salen de la ciudad) con la única garantía de un perfil creado en internet  y saber que viajo en bici, a cambio de nada. Pero quizá si has viajado en bici es más fácil entenderlo. No conozco a nadie que haya tenido experiencias negativas o peligrosas en la plataforma. No quiere decir que todo el mundo que viaja en bici sea gente simpática y maja, por estadística tiene que haber algún capullo/a. Pero en general, cuando escoges esta forma de viajar, estás aceptando una filosofía y unos valores básicos que van acorde a ella, porque la propia forma de viajar te obliga a aceptarlos.

Así pues, a las cinco me recibían en su preciosa (y enorme) casa, Josef y Daniel, dos checos que llegaron a Whitehorse después de haber realizado el mismo viaje que yo pero a la inversa: partieron de Ushuaia rumbo norte. Cuando llegaron al Yukón al final del verano, pensaron que igual no era ninguna locura probar a pasar un invierno trabajando aquí antes de volver a República Checa. De esto hace 10 años y aquí siguen. Han formado una familia de dos simpáticos perros, Charlie y Gastón, y un gato, Shirley. Aficionados a los deportes de montaña, encontraron aquí el paraíso. Según salen por la puerta de atrás de la vivienda, tienen un circuito de mountain bike de casi 400 kilómetros. Practican piraguismo por la tarde en el río Yukón, el cual tienen a escasos 300 metros y en invierno van a hacer la compra en esquís.  

Desde que entré en su casa me hicieron sentir que era la mía. 

Al día siguiente, conocedores de las necesidades que tiene uno cuando está mucho tiempo en ruta, me invitaron a una piscina con sauna y spa. Como me suele pasar en warmshowers, me ofrecieron quedarme las noches que necesitara. Accedí a quedarme una noche más ya que no me había dado tiempo a conocer bien la ciudad. El día siguiente lo dediqué a pasear en bici y hacer algunas compras. Whitehorse es una ciudad con mucha gente joven, y con muchas iniciativas de desarrollo comunitario. Fue uno de los motivos que encontraron Josef y Daniel para quedarse. Mucha gente se mueve en bici mientras te sonríe, los coches te dan siempre preferencia al pasar, y tienen hasta una asociación de circo (la cual por desgracia no me dio tiempo a conocer).Todas las semanas organizan mercadillos y propuestas de arte y deporte en la calle. Un sitio más que añadir a la lista de destinos interesantes para vivir alguna vida.

Cuando regresaron a casa, les preparé una tortilla de patata como les había prometido, y compartimos mi última noche. Josef habla español  perfectamente debido a que es un apasionado del cine de Almodóvar y vivió en Madrid durante casi un año. Estas dos cosas nos acercaron bastante, y tuvimos conversaciones muy interesantes a distintos niveles. Aunque su película favorita sea La piel que habito, y la mía, Carne Trémula.

No han vuelto a hacer ningún gran viaje en bicicleta, pero desde que llegaron y se asentaron en Whitehorse hace 10 años, no han dejado de recibir a viajeros de todas partes del mundo, porque sienten que tienen que devolver lo que algún día recibieron.  Es su manera de dar las gracias a toda la gente que un día hizo lo mismo con ellos. Respetar la geometría. Mantener el orden.

Dêkuji mnohokràt! Gracias!

 
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6 comentarios en “Meriendo algunas tardes”

  1. Hola Hugo!! Increíble experiencia la que estás viviendo!! Me emociona saber que hay gente estupenda que te echa una mano sin dudarlo y sin pedir nada a cambio!! Eres un gran «narrador», es muy entretenido leerte!! Oyeeeeee, no he visto la bufanda del Atleti por ningún lado!!🤣🤣🤣🤣 Un abrazo enorme!! Te sigo leyendo!!

  2. ¡Uauhhh Hugo!
    Cada aventura o vivencia que escribes no tiene precio….es un placer leerte y compartir contigo tu viaje.
    Un millón de gracias por compartirlo….¡es un verdadero regalo!
    Hoy mismo hemos hablado de tí en el grupo de terapia ocupacional, todos preguntaban por tí y cómo te iría. Como ves tu viaje está en el pensamiento de muchos. Les he recordado tu blog para que puedan leerte y disfrutarte ellos mismos.
    Desde los calores de Madrid te mando muchos besos y mucho ánimo para continuar tu aventura.

  3. Hola Hugo!! Confieso que he llegado algo tarde a tu aventura, pero ya me he puesto al día y de aquí no salgo hasta que tú no salgas.
    Me maravillan tus relatos, son capaces de llevarte a aquellas tierras lejanas.
    Un abrazo fuerte y no pares, que le que tú vives es lo que muchos no nos hemos atrevido a vivir nunca.

  4. Increíble tu reflexión sobre viajar en bici y los valores y las prioridades que comporta. Me encanta leer tus aventuras tanto como tus meditaciones y sensaciones. Me alegra que encuentres gente amable que te mime un poco de vez en cuando (¡el spa debió de sentarte de maravilla!).
    Sigue tu camino y disfruta. Besitos desde España.

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