Lo primero que escuchamos al salir de Mexicali por la carretera en dirección San Felipe, fue este himno de Pedro Infante que salía del patio de una casa, junto a un «Órale!» entonado por toda la familia que se giró al vernos pasar por su puerta.
La primera noche dormimos en el patio trasero de la tienda de abarrotes de Toño, no muy lejos de la carretera. A la mañana siguiente su mujer nos recibió con un buenos días y un café caliente. Estar seis meses en territorio de habla inglesa nos ha servido para pulir y perfeccionar nuestra segunda lengua, pero poder expresarnos en la primera no tiene precio. Nos ponemos en dirección a San Felipe, y al poco de empezar a pedalear el desierto comienza a abrirse delante de nosotros. Poco a poco empezamos a disfrutar de nuevas especies de cactus, como los enormes cardones, los nopales, la biznaga o el agave. Después de 82 kilómetros de carretera más o menos llana, llegamos a una pequeña tienda donde paramos a comprar un refresco. Nos atiende Antonio “el apache”, como nos pide que le llamemos. Nos pregunta hasta donde vamos hoy y le comentamos que no sabemos, quizá ponemos la tienda de campaña en el desierto. Nos invita a acampar en la parte trasera de la tienda donde él tiene su casa. Accedemos, y desde ese momento nos convertimos en sus invitados. No faltan la cerveza fría, unos chupitos de tequila y todo lo que se ofrezca. Cuando vamos a ponernos a montar la tienda, nos dice que tiene una habitación a medio hacer, tiene un poco de polvo pero tiene una cama y un colchón: más de lo que necesitamos. Esa noche dormimos en blandito.
Antonio «el apache»
Altar a la Santa Muerte
Al despertar, el apache y sus tres simpáticos perros nos dan los buenos días con un café caliente. Preparamos algo de desayuno, nos despedimos después de su pertinente bendición y un abrazo, y nos ponemos en marcha. Hoy es nochebuena y en San Felipe nos espera Daniel, un médico al que hemos conocido a través del grupo del RACMX (red de apoyo a cicloviajeros de México), y el cual nos brindará su patio para acampar. En un primer momento íbamos a cenar con él y su familia, pero todos están con gripe, y como buen profesional no quiere exponernos sin necesidad. Así, llegamos a las cuatro de la tarde a su casa, montamos la tienda y disfrutamos de las vistas del Malecón de San Felipe desde su patio y de una preciosa puesta de sol. Es nochebuena y en el vecindario empiezan a sonar cumbias y rancheras. Después de una etapa de 94 kilómetros estamos muy cansados como para salir a cenar, y felizmente nuestra cena consiste en unos fideos instantáneos con huevo cocido y crema de cacahuete.
Al día siguiente disfrutamos de una jornada de descanso en el mar de Cortés, aderezado con un buen ceviche y un cocktail de marisco para celebrar el día de navidad.
El día 26 nos ponemos en marcha de nuevo con dirección a Guerrero Negro. Continuamos con etapas largas atravesando el desierto, que aunque a veces monótono, nos sorprende con algún que otro cambio de paisaje, y siempre con algún cactus que no habíamos visto anteriormente.
Uno de esos días paramos en un pequeño bar en medio de la carretera llamado Cowpatty para preguntar al dueño si nos permitía poner la tienda de campaña detrás del bar (práctica muy habitual en la Baja California). Resultó ser un irlandés llamado David que montó un bar hace 30 años en este retirado paraíso, lejos de las gaitas y las lluvias de su tierra natal. Mientras nos decía que por supuesto nos dejaba acampar, dos hombres que se encontraban en el bar que por lo visto eran clientes habituales, se acercaron a presentarse y a preguntar sobre las bicis. Así conocimos a Sergio y Dimitri, dos rusos con nacionalidad estadounidense que pasan los inviernos en la Baja California desde hace casi 20 años. Sergio es escultor y artista de profesión y Dimitri es constructor. En un momento determinado de la conversación, Dimitri nos comenta que si queremos podemos dormir en su enorme casa. Por supuesto accedemos. Pero antes de irnos, pasamos por la galería de arte que tiene aquí Sergio llamada Pez Gallery, donde nos hace un recorrido particular de algunas de sus preciosas y únicas obras. Nos vamos con Dimitri a su casa en Puertecitos, y una vez allí preparo algo de cena para los tres. Él tiene ganas de seguir la fiesta con Tequila, pero estamos demasiado cansados y a las 22 caemos rendidos en la cama que nos ha brindado.
Amanecemos en primera línea de playa con unas vistas que la noche anterior no pudimos apreciar ni valorar. La casa estaba casi dentro del agua, y alrededor únicamente tres o cuatro vecinos, conformando así una playa privada. Estamos pensando en hacer autostop para adelantar 100 kilómetros y desde ahí seguir pedaleando para, de esta manera, llegar a tiempo a pasar la nochevieja con el padre Hugo en Ciudad Constitución. Dimitri se ofrece a llevarnos, y aunque al principio lo rechazamos porque para él iba a ser una hora y media de ida y otra de vuelta, insiste y acabamos aceptando. Llegamos a las 12 de la mañana a la intersección de Chapala, donde la carretera 1 que viene desde Tijuana, se junta con la 5 que llega desde Mexicali, conformando así una nueva carretera transpeninsular con la que, a veces paralelo a la costa del Pacífico, y a veces a la del mar de Cortés, puedes llegar hasta el punto más al sur de Baja California, el Cabo San Lucas.
Invitamos a comer a nuestro anfitrión y chófer Dimitri, y seguimos pedaleando hasta que empieza a anochecer. Nos echamos a un lado de la carretera, escondiéndonos entre unos cactus, y ahí formamos nuestro campamento. Gracias la poca población y la gran extensión de desierto y terreno público, acampar aquí sin ser visto está siendo relativamente sencillo.
El día 29 llegamos a Guerrero Negro para, al día siguiente, tomar un autobús que nos llevaría hasta Ciudad Constitución.
No pudimos montarnos en el de la mañana porque venía muy lleno, así que esperamos al de la tarde. Lo cogimos a las 16, y después de 9 largas horas de viaje, nos recibió en su parroquia el Padre Hugo. A pesar de ser de madrugada, insistió en esperarnos y recibirnos él mismo, invitándonos a un café y unos dulces antes de irnos a dormir. Ese rato intercambiamos pocas palabras, pero en seguida nos sentimos como con un viejo amigo al que llevas tiempo sin ver, pero con el que la complicidad se mantiene intacta. Había oído hablar maravillas de él. Lleva casi 15 años recibiendo cicloviajeros, tanto ahora que está destinado aquí en Ciudad Constitución (de donde es natural), como cuando estaba en Cabo San Lucas, en Vizcaino o en La Paz.
A la mañana siguiente, después de un sueño reparador en cama, nos dirigimos a la cocina, donde nos encontramos con Hugo, el otro padre de la parroquia llamado Alberto, y con Denis de Nicaragua, el cual está “de prácticas” esperando a que le ordenen sacerdote. También nos encontramos con Juan, Michelle y sus dos hijos, buenos amigos de Hugo, los cuales han venido desde Vizcaino a pasar la nochevieja con todos nosotros también. Desde el minuto uno, nos sentimos como en nuestra casa, arropados y atendidos en todo momento. Desayunamos con el padre y nos contó acerca de su formación como psicólogo y sus viajes por gran parte del globo. Además, resultaba que hoy, día 31, ¡era su 62 cumpleaños! Había mucho que celebrar.
A eso de las cuatro de la tarde llegaron Sebastien y Nabil, otros dos cicloviajeros franceses que venían a pasar la nochevieja también. Salieron de Francia hace dos años y comenzaron a rodar por toda Europa, Asia y Oceanía, y hace tres meses cogieron un avión en Australia para seguir el viaje desde Los Ángeles en dirección a Argentina.
Por la tarde echamos una mano aunque la mayoría de la cena estaba ya preparada, y a las 20 de la tarde los cuatro cicloviajeros fuimos a la misa que daba Hugo por el fin de año, en la cual fuimos mencionados y bendecidos. No somos religiosos, pero me pareció un gesto bonito.
A la hora de la cena, éramos 15 personas en el salón porque otros sacerdotes de la ciudad se unieron. La velada no pudo ser más agradable y completa. No faltaron los juegos, el tequila y por supuesto buena cumbia. Aún estando a unos cuantos miles de kilómetros de casa, fue una cena muy familiar.
El día 1 de enero, fuimos invitados junto al padre al rancho de unos muy buenos amigos suyos de la secundaria, Ricardo y Socorro. Allí disfrutamos de un buen asado junto a toda la familia donde además pudimos montar algunos de los caballos de Ricardo. De nuevo, fuimos uno más de la familia.
Cuando ya estábamos bien llenos de tacos, carne de birria, discada, y tequila, Hugo nos informó de que esa misma noche otra familia nos había invitado a todos a cenar a su casa. Así pues, fuimos todo el equipo acompañante del padre Hugo: Nabil, Sebastien, Michelle, Juan y sus dos hijos, Denis, Lali y yo. El cuerpo se nos iba llenando cada vez más de comida, pero a la misma vez de alegría, cariño y buena onda. No faltaron los bailes, y esta noche descubrimos que aquí en la Baja California tienen su propio Chotis, y también conocimos la que desde ese momento se ha convertido en una de las canciones del viaje: La chona.
Íbamos a quedarnos únicamente un par de días, pero empezaron a surgir eventos, y cada día teníamos una invitación a una casa o rancho diferente. Una de las noches Rosa, la hermana de Hugo, nos invitó a su casa, así que era el momento de preparar unas buenas tortillas de patatas. Gustaron mucho, y las bajamos echándonos unos buenos bailes donde no faltaron La Macarena, la canción de los gorilas y por supuesto La Chona.
Estábamos muy agusto. No teníamos prisa y Hugo tampoco. Descansamos, aprovechamos para hacer cosas que estando en ruta son más difíciles como entrenar, y tuvimos conversaciones profundas e interesantes tanto con él como con Denis.
Durante toda esa semana, el padre Hugo nos incluyó dentro de su rutina y me di cuenta de que su papel aquí no es únicamente el de sacerdote, si no también el de dinamizador, trabajador social, y agente fundamental dentro de la comunidad. Durante los 6 días que estuvimos con él, le vi constantemente implicado, atento y disponible a las diferentes necesidades que iban surgiendo dentro de la comunidad, sin importar quien fuera quien lo necesitara, fuera esta persona o no cercana a la iglesia. No he conocido a muchos sacerdotes, pero estoy seguro de que pocos bailan cumbia como el padre Hugo, y no se si muchos realizan esta labor.
El día 4 de enero, llegaron otros dos cicloviajeros: Enrich y Julietta de Bélgica. Ese día fuimos todos a participar en la tarde deporte que organizaban desde la parroquia para los jóvenes, y después fuimos a cenar unas pizzas.
Sebastien, Nabil, Enrich y Julietta, se marcharon el dia 5 por la mañana con dirección a La Paz. Nosotros nos quedamos un día más, porque Hugo nos ofreció hacernos el día 6 un tour por los cabos con el coche, ya que él tenía que ir más o menos hacia allá para hacer un retiro. No teníamos pensado visitar esa parte de la península porque significaba hacer una especie de círculo de bastantes kilómetros y desnivel, así que por supuesto aceptamos.
Montamos temprano las bicicletas en el coche como pudimos, nos despedimos de Denis, de Alberto y de este lugar que ha sido nuestro hogar durante una semana con mucha emoción. Volveremos.
Mientras íbamos hacia Los Cabos nos encontramos con nuestros cuatro compañeros cicloturistas, paramos a saludarles y darles agua y seguimos.
Visitamos un pueblo precioso llamado Todos Santos, Cabo San José y paramos a comer en Cabo San Lucas. Fue el único momento en el que el padre nos dejó pagar algo. Cuando pensábamos que íbamos a irnos, nos preguntó si nos gustaría ver ballenas antes de irnos de la Baja California. Humildemente le contestamos que por supuesto sería increíble, pero se escapaba un poco de nuestro presupuesto. Él insistió en que no nos estaba preguntando acerca del presupuesto, si no acerca de si queríamos. Nos dirigimos al puerto, y Hugo reservó una modesta lancha en la que fuimos junto a otros turistas a avistar ballenas jorobadas y leones marinos cerca de la costa. No sabíamos cómo darle las gracias y él solo se reía y disfrutaba al vernos a nosotros disfrutar, mientras que le pedía al barquero que pusiera en su altavoz la canción de La Chona, poniendo a bailar así a todos los que íbamos en la lancha
Poder ver a estos inmensos animales tan de cerca ha sido una de las experiencias más potentes del viaje
Abandonamos Cabo San Lucas cuando ya estaba anocheciendo y nos dirigimos hacia un pueblo llamado los Barriles, donde el padre tenía su retiro y nosotros tomaríamos al día siguiente la carretera hacia La Paz.
Disfrutamos del viaje escuchando a Silvio, Mercedes Sosa y Pablo Milanés, por petición del Hugo.
Llegamos al camping donde vamos a dormir, y emocionados nos despedimos de él.
-Me han robado el corazón mijos. Los amo mucho. Dios me los bendiga.- Nos dice con los ojos vidriosos antes de abrazarnos.
-Nos vamos a volver a ver pronto, lo sé.
Así iba ser, y mucho más pronto de lo que esperábamos.
Another great article and you both look so happy, fulfilled and satisfied each day. What a time to be you both and what a time to be alive. Love Laly is wearing sandals…that is what I tour primarily with. They say a picture is worth a thousand words, and these pics are an example of how true that saying is…the pics are amazing and almost surreal. Glad you are both meeting people speaking our native language and no more worries about cocaine bear. I miss you hombre and I am working hard to see if I can make it so South America this year and ride for a while with you.
Stay safe you both, stay well you both and glad you are out drinking the narrow of the world…
Qué maravilloso fin e inicio de año, lleno de hospitalidad, baile, acogida, buena gente, música, escenas bellas e irrepetibles…Me alegra un montón que haya sido así.
Que continúe el pedaleo con tanta buena honda!!!!