Siempre que cruzas una frontera, empieza un cambio cultural, de aroma, de costumbres y paisajes. Cuando lo haces en bicicleta este cambio se percibe mucho más. Hay fronteras que he cruzado en bici en las cuales este cambio es muy difuminado y progresivo como por ejemplo en las europeas, y otras en las que es drástico.
Por ejemplo entre México y Estados Unidos, al menos en las fronteras californianas, empiezas a notar el cambio pocos kilómetros antes. La frontera de México a Belize, es una de esas fronteras de cambio notable. Por varios motivos. Quizá el más importante sea el idioma. La lengua oficial del país es el inglés, ya que este territorio fue conquistado por piratas madereros ingleses en el siglo xiv, y hasta hace tan solo 40 años formaba parte de la corona británica siendo una colonia. Decidimos pasar por Belice en lugar de cruzar directamente a Guatemala, por una simple razón: no sabíamos que existía este país hasta hace apenas unos meses. Este motivo nos generó la suficiente curiosidad como para incluirlo en nuestro recorrido.
Fue extraño volver a hablar en inglés después de tantos meses en México. Estábamos un poco oxidados.
El primer día que cruzamos a la ciudad de Corozal, nos esperaba Elden, un hombre que junto a su familia lleva recibiendo cicloviajeros desde hace más de 15 años. También en su casa coincidimos con una pareja franco-italiana llamados Elodie y Manuel, con los que llevábamos algunos meses en contacto gracias a las redes sociales, y que también salieron de Alaska hace casi un año. Habían cruzado a Belice para, dos días después, regresar a México y así poder ampliar la visa. Compartimos una bonita velada.
Al día siguiente, no hicieron falta demasiados kilómetros pedaleados para percibir que estábamos en otro mundo. El paisaje que veíamos alrededor, de nuevo, al igual que en Yucatán, nos recordaba más a Cuba que a lo recorrido en México. Y es que entre otras cosas, Belice pertenece a la CARICOM (Comunidad del Caribe) una organización fundada para fortalecer los asuntos económicos y sociales de los países del Caribe. Esto hace que esté vinculado y tenga más relación cultural, gastronómica y social con países como Jamaica, Trinidad y Tobago, que con sus vecinos México y Guatemala. Este último país, ha reclamado durante muchos años el territorio de Belice, lo cual también ha influido en la identidad nacional beliceña y ha determinado su relación con América Central.

Las casas bajas, las inmensas palmeras a ambos lados de la carretera, el reggae sonando de fondo. Sin duda habíamos abierto otra puerta.
La gente se mostraba muy amigable a nuestro paso y nos saludaban sonrientes. La mayoría del turismo se encuentra en los cayos de la costa. En el interior del país es raro ver gente viajando, pero fácil encontrarte más de un estadounidense que está pasando su jubilación aquí.
Fue sencillo encontrar dónde acampar cada noche. En un restaurante de carretera, en alguna gasolinera, incluso en la casa de una familia que al preguntar por un lugar donde poner la carpa, nos invitaron a hacerlo en su porche. A veces presenciábamos escenas que nos desubicaban en todo ese escenario. Como cuando paramos en una gasolinera a comprar agua al atardecer, y nos encontramos unos cowboys bebiendo cerveza y escuchando country a todo volumen mientras veían la puesta de sol. Una escena que hemos visto más de una vez en Montana y Wyoming, pero que nos sorprendió presenciar en medio del Caribe.
Otro elemento curioso dentro del paisaje que nos ofrece este país, son los carruajes tirados por caballos, llevados por hombres con sombreros de paja, petos de pana y largas barbas, y mujeres de tocados clásicos y vestidos por debajo de las rodillas. Estoy hablando de menonitas. Los menonitas con una comunidad protestante que nació en Suiza en el siglo XVI que defiende una visión fundamentalista de la interpretación de la biblia. Su estilo de vida se caracteriza por el énfasis en la comunidad, y la sencillez en lo cotidiano, rechazando entre otras cosas la opulencia e incluso la tecnología hasta determinado punto. No llevan una forma de vida tan extrema como los Amish, pero podrían ser primos hermanos. Se desplazan usando caballos mayoritariamente, aunque les he visto usar algún coche, y suelen vivir en zonas rurales. En los años 50, una comunidad de menonitas pidió permiso al gobierno beliceño para instalarse en el país. Tierras por explotar agrícolamente hablando, y un lugar lo suficientemente apartado de todo con un buen clima, fue lo que principalmente atrajo a esta comunidad para instalarse en el país. Además de la exención del servicio militar, ya que muchos de ellos llegaban desde Canadá.

Siempre menciono que viajar en bici te hacer ver los interludios del país. Con esto me refiero, a lo que hay entre el punto A y el punto B. No es lo que la gente te recomienda que visites principalmente porque estos interludios son lugares que generalmente no tienen nada especial, o donde usualmente no pasa nada. Pero en realidad cuando nada pasa, pasa todo. Pasa la vida cotidiana, las formas de quererse, enfadarse, hacer la compra… Y qué hay más grandioso que la cotidianeidad. En lo sencillo muchas veces radica lo inmenso, solamente hay que pararse a observar con tiempo, paciencia, y capacidad de apreciación.

Eso fue Belice para mí. Un lugar que nunca nadie me recomendó visitar, y que hasta hace poco no ubicaba en el mapa, pero que me regaló paisajes distintos y diversos, lugares donde no pasa más que la vida, pollo cocinado sabroso y cerveza fría en un clima tropical, además de gente amable con la que intercambiar alguna conversación ligera. Y muchas veces no necesito más que eso para disfrutar viajando.

