Corro agitado, tropezandome con ruedas de bicicleta. Un paisaje lleno de ruedas de bicicleta que se mezcla con diferentes tipos de pinos, se despliega delante de mi. Ruedas de bici? En medio de un bosque? No me paro demasiado a buscarle el sentido. Sigo corriendo, esquivando todo lo que puedo los objetos que se despliegan en el mar de pinos. De vez en cuando, miro hacia atrás para observar cómo la enorme sombra de un oso sigue mis pasos. Suena la alarma.
Es la tercera vez que sueño algo parecido en los últimos dos meses. El cuerpo es sabio. Aunque durante el día mantenga mi rutina diaria de trabajo, familia, amigos y entrenamiento sin pensar demasiado en lo que me espera, cuando llega la noche, la cabeza deja paso a las emociones y al instinto básico de supervivencia.
Ya queda poco. Cada día es.una cuenta atrás. Muchos «checks» que hacer en la lista: vacunas, terminar de revisar el equipaje, alguna gestión de última hora… El día está casi aquí. Por supuesto, a lo largo de estas dos últimas semanas antes de partir, estoy teniendo momentos de arrepentimiento: ¿De verdad quiero hacer esto? ¿Tanto tiempo separado de Lali? ¿Y si se nos acaba el dinero? ¿ Qué voy a hacer cuando esté solo y sienta miedo y frío? Respiro. Traigo a mi mente al Hugo que con 18 años, escuchaba Pearl Jam con los cascos en su habitación, con una camisa de cuadros puesta, imaginando que recorría esos paisajes agrestes y salvajes. También traigo al Hugo de más atrás, el de 12 años que decía que quería recorrer el mundo con un carrito de helados. Vuelvo a ese lugar sagrado que es la imaginación. Al de los sueños. Donde todo sale siempre bien. Y entonces, todas esas dudas, empiezan a desvanecerse. Claro que quiero hacer esto. Confío en mi capacidad de enfrentar esto y sentirme acompañado con un libro y mis pensamientos. Si se nos acaba el dinero, lo buscaremos. Ya sea en un semáforo, o aprendiendo un oficio. Lali y yo somos fuertes.
Sucede algo curioso con los sueños y los miedos: superarlos es como mantener una cadencia en la bici, según te empiezas a dejar llevar por unos u otros, coges rodaje y enfrentar los siguientes es más fácil. O más difícil.
Por eso, cuando Alba, una de mis parejas artísticas me propuso hacer un número en unas jornadas artísticas de artes escénicas, un mes antes de que emprendiera mi viaje, dije: qué coño! Vamos pa allá. Después de muuucho tiempo en que la cabeza me dijera que para qué iba a hacerlo, si había gente con más nivel, con más preparación, que iba a hacer el ridículo… Qué poca razón tenía la cabeza, y qué libre me sentí después de hacer nuestro pequeño número de circo.
A la persona que esté leyendo esto: no voy a decirte que te enfrentes a tus miedos, y que puedes conseguir lo que te propongas. Ya hay coachs de sobra en las redes sociales vendiéndonos ese cuento junto a otras pócimas de la felicidad. Esto es solo una invitación a desafiar lo establecido. Lo «normal». Una invitación a dejar hablar al niño de dentro, el que no entiende de contratos indefinidos, de declaraciones de la renta o normas sociales y estética. El niño que saldría a la calle con un gorro de vaquero y un traje de Spiderman. El que actúa y piensa sin prejuicios y sin YSIS: ¿Y si sale mal? ¿Y si no encuentro trabajo? ¿Y si la gente opina?
Dejémonos ser. Dejémonos imaginar. Podemos engañar al adulto que somos, pero nunca al niño que fuimos.
Hace poco escuché esto y creo que objetivamente hay mucha verdad en ello. » El pensamiento a futuro se reduce a dos cosas: deseo y miedo.Saber que lo que estás pensando no es la realidad.La realidad llegará,cuando llegue pues hazte cargo de ella.Claro que hay momentos de miedo pero siempre vienen por el pensamiento.El animal no piensa a futuro,el animal actúa.» Pues habrá que ser animales . Bon viatge,crack