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La torre Eiffel en Carabanchel

La torre Eiffel en Carabanchel

Estoy en el 119  yendo hacia Lavapiés donde he quedado con una amiga a la que hace tiempo que no veo. Hoy es un día gris  de lluvia en Madrid, cosa que no es tan habitual. Detrás de mi, en el asiento del fondo, pegando su nariz, ojos y cara entera al cristal, está un niño de 5-6 años como mucho junto a su madre. Está fascinado con todas las imágenes que pasan por delante de él, como si el gran cristal fuera una televisión. Cuando llegamos a Marqués de Vadillo, se fija en los dos torreones de piedra que dan la bienvenida al Puente de Toledo. Sin ni siquiera pensarlo, admira: 

-¡Mamá! ¡La torre Eiffel! ¡La torre Eiffel en Carabanchel! – Su emoción me llega a lo más profundo. 

Reflexiono entonces, en lo que me queda de trayecto, sobre cómo este sistema, esta ciudad que tanto quiero, y esta rutina, me han hecho en muchos momentos impermeable al asombro mientras las habito. 

Me gustaría sentirme como un turista en mi barrio y mi ciudad de nuevo, ser sensible a lo cotidiano en la mayoría de momentos. Admiro a la gente que es capaz de serlo y compatibilizarlo con una jornada de 6 u 8 horas de trabajo, y las tareas cotidianas. Confieso que, últimamente, a mí cada vez me cuesta más. La aventura que vamos a emprender no es una huida, al menos así lo creo. Pero sí un standby. Madrid aprieta y abraza a partes iguales. Su ritmo frenético, sus distancias y  las políticas locales y autonómicas no favorecen vivir aquí, aunque sigue siendo y será siempre mi ciudad.

Este viaje tiene que ver con una búsqueda. No solo de culturas y experiencias nuevas. Una búsqueda de enfoques nuevos aunque viejos, que siempre estuvieron ahí. Un viaje a lo esencial, lo necesario. Despojar las nuevas necesidades, y por un tiempo, no se cuánto, volver a lo básico. Reducir las preocupaciones a lo instantáneo, como en el Clown, jugar el momento, y ser capaz de ver lo que ocurre todo el rato a tu alrededor.

 Supongo que es otra de las cosas que espero encontrar pausando mi vida de manera no definida: la capacidad de volver a sorprenderme con las columnas del Puente de Toledo, como si París viviera en Carabanchel

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