Las próximas dos semanas abandonaríamos nuestro medio de transporte principal para volar a Cuba, junto al padre de Lali, quién nos regaló el viaje.
Durante las semanas que hemos estado aquí, han sido varias las conversaciones largas, las «entrevistas» informales, y las preguntas constantes. Siempre con el fin máximo de tratar de comprender y empatizar.
Cuba es uno de los destinos que más ha estado en mi mente desde hace muchos años por diferentes motivos. Desde pequeño recuerdo observar en mi entorno más cercano símbolos y siluetas como la del Che y Fidel, y banderas en las cuales había una estrella. Mis abuelos eran militantes del partido comunista y siempre traté de entender qué significaba eso y por qué hablar de eso estaba tan polarizado dentro de la sociedad. Crecí en una familia donde se rechazaba la hegemonía en todos los sentidos incluyendo la información y en la cual el debate político estaba presente en cada comida y reunión. Desde fuera siempre escuchaba cosas horribles de Cuba y todos los países que oscilaban alrededor, pero en casa, lejos de adoctrinarme, me invitaban a dudar, cuestionarme y tratar de buscar información de otros lugares.
Viajar debe servir para derribar prejuicios, adquirir conocimientos, y, para mí igual de importante que lo anterior, conocer el mundo de manera directa tratando de hacerlo a través de la verdad, la sinceridad, y buscando obtener una visión objetiva de aquello que estás viendo. Aunque esto, siendo honestos es bastante difícil a veces, porque como escuché una vez: «no puedo ser objetivo porque no soy un objeto. Soy subjetivo porque soy un sujeto». Y desde mi punto de vista, eso se puede hacer de diferentes formas. Por ejemplo cortándote el pelo en una calle de la Habana, echando una partida de dominó, o alargando la conversación con el taxista de turno. Difícilmente sacarás conclusiones realistas leyendo únicamente un periódico, escuchando medios informativos polarizados, o viendo el documental de moda que lanza un cantante en busca de atención. Aún estoy digiriendo la información recibida y la experiencia vivida en este hermoso país y su situación actual, por lo que no me veo en posición de sacar una conclusión definida todavía. Sí que considero que son muchos los factores que entran dentro del análisis. Se me hace complicado escribir este artículo de la misma manera que los anteriores por algunos motivos, pero entre ellos principalmente porque esta parte del viaje no la hemos hecho en bicicleta, y hemos seguido el programa turístico, sin tener demasiado espacio para la improvisación y situaciones espontáneas de hospitalidad y conflicto a las que estamos acostumbrados y que tanto nos gustan. Como dice la famosa frase: «teníamos las respuestas y nos cambiaron las preguntas». Con esa sensación salí de Cuba. Sintiendo que me faltaban conversaciones que tener y preguntas qué hacer. No obstante, hemos disfrutado sus maravillosas playas, su música y bullicio a todas horas, sus parques nacionales y sobre todo del principal patrimonio de esta isla: su gente.
Cuba enfrenta muchos desafíos a día de hoy: apagones constantes debido al difícil mantenimiento de las centrales termoeléctricas, una crisis de combustible bestial (la gente hace eternas colas para recibir apenas 10 litros de gasolina), y también un desabastecimiento y encarecimiento de productos básicos, debido entre otras cosas al crecimiento de MPYMES (micro, pequeña y medianas empresas), las cuales suelen ser privadas (y gestionadas en muchos casos por cubanos que tienen residencia en Miami), y que se dedican en su mayoría a importar alimento a precio extranjero. Pero desde luego el principal problema sigue siendo tener un bloqueo salvaje del vecino del norte el cual la mayoría de cubanos avecinan que va a endurecerse (si eso es posible), con la nueva legislatura. Cuesta imaginar cómo un país como Cuba, puede aparecer en la lista de países patrocinadores del terrorismo de EEUU, junto a Irán, Siria y Corea del Norte. O no. Porque el mismo país que nos señala a Cuba como dictadura opresora y país terrorista, resulta ser el único que jamás ha ratificado la convención de los derechos del Niño promovida por la ONU, ¿curioso, eh? También me da por preguntarme, qué miedo puede tener un país como EEUU de una islita en medio del Caribe, para seguir manteniendo sanciones y leyes como la famosa Torricelli, hasta el punto de ahogar a la población durante años. Y me da por fantasear y pensar que quizá tiene miedo de que por fin alguien no le tenga miedo. Y también miedo de su población. Una población entre la que cuesta encontrar a alguien que hable mal de Fidel, que no haya estudiado al menos una carrera y que no tenga conocimiento de su historia y una opinión formada a nivel político y social. Como he dicho más arriba, salí de Cuba con muchas preguntas. Pero también muchas, muchas respuestas.
A continuación dejaré una serie de fotos tomadas durante esta semanas, y una frase de Noam Chomsky que dice así:
«El reto para cualquier sociedad es no solo proteger la libertad de pensamiento, sino asegurarse de que las personas realmente usen esa libertad para cuestionar, para examinar y para desafiar el poder. CUESTIONALO TODO»






